El momento más duro es aquel en el que llegas a darte cuenta de que no te conoces, bueno, mejor dicho, no te reconoces.
Cuando, hasta esa persona que te mira fijamente desde el otro lado del espejo te resulta extraña, a pesar de haber estado siempre ahí.
Cuentas y revisas los días que han ido pasando, pero déjalo, es imposible saber en qué momento cambiaste, en qué momento giró el mundo, y tú con él, arrastrando a quienes estaban por medio en ese preciso momento.
Te preguntas cuándo todo empezó a cambiar.
Y no hallar la respuesta es tan duro como echar de menos lo que eres, o más bien, lo que un buen día llegaste a ser.