5 de enero de 2011

Mira con atención. Corre.

¿Estáis mirando con atención?

El cielo tiende a estar cada vez más encapotado. Una mujer corre, dobla una esquina, pasa a vuestro lado dejando una ligera alteración térmica tras de sí, casi imperceptible. ¿De qué está huyendo esa mujer? Viste como cualquier otra, o eso creéis hasta que echáis un vistazo y os dais cuenta de que no hay dos personas a vuestro alrededor que vistan de la misma manera. Así pues, la mujer llevaba tejanos, hasta ahí podéis recordar; una chaqueta de un color indefinido a la memoria, pero sin duda gruesa. Hay más gente transitando por la misma calle que vosotros. Algunos se vuelven y miran en dirección a la mujer que corre.

¿Estáis mirando con atención?

Flota una sensación de extrañeza en el ambiente, el preludio de una tormenta largamente esperada. Os sentís tentados a arrancaros los auriculares del iPod de los oídos, pero quizá entonces todo se desvanezca. El iPod no es sólo un reproductor de música, es un alterador automático de estados de ánimo: basta girar la ruedecilla del selector para dar con el ritmo, el compás y las notas que desencadenarán toda una serie de procesos incomprensibles, más o menos automáticos, que harán que la música y las palabras produzcan una reacción en el cerebro, el cual ordenará secretar las sustancias adecuadas (asignadas por recuerdo) que os transportarán al estado mental necesario, a veces determinado por el artista, otras por vuestra (pobre y limitada) experiencia propia. En estos nuestros tiempos de gloria, podemos alterar el entorno, pues el entorno no existe más allá de cómo lo percibimos, gracias a la ultima tecnología de entretenimiento. Nada es tan inocente como parece. Buscad la función Shuffle (generador de pistas aleatorio) y seguiréis vuestro camino a través de una banda sonora estructurada por el simple azar. Prestad atención y, en algún momento, acabaréis sufriendo la alucinación del decondicionamiento. Así de bueno es el progreso.

¿Estáis mirando con atención? ¿Seguro?

La mujer que corre se ha parado en el semáforo para peatones. Ante ella, los cuatro carriles que separan una acera de la otra son demasiada amenaza; la urgencia no podrá evitar que la atropellen, a pesar de todo, y la mujer se ve obligada a obedecer, como todos los demás.
Pero por aquí cerca no hay ninguna calle de cuatro carriles… ¿Qué está pasando? Imagináis que la mujer ha llegado a alguna parte, cuando ya hace un rato que ha salido de vuestras vidas; imagináis que la mujer está preocupada porque parece que en breve va a empezar a llover y seguro que tiene ropa tendida que recoger; imagináis que la mujer llega tarde a una cita; imagináis que huye de alguien, de algo, de todos, de sí misma, de su imaginación… Imagináis que en algún momento hubo una mujer pero, siendo honestos, ahora estáis solos delante de la pantalla del ordenador, leyendo esto y (con un poco de suerte) os preguntáis:

¿Estoy mirando con atención?

Separad la vista de la pantalla…
No pasa nada, las letras seguirán aquí cuando volváis…
¿Ya?

¿De todos los objetos en los que habéis posado los ojos en estos últimos segundos, el espacio de tiempo que habéis apartado las narices del monitor, cuántos podéis recordar? Intentad no hacer trampa, sed sinceros con vosotros mismos (a mí me da igual, yo no estoy aquí, al fin y al cabo) y enumeradlos. ¿Cómo es de larga la lista? ¿Creéis que sigue algún criterio? ¿No? ¿Cuántos de los objetos que recordáis son cosas que de verdad, en algún momento, os apetecía tener cerca, que “necesitabais” cerca del lugar en el que os encontráis a algún nivel, ya sea por mera cuestión funcional, decorativa o sentimental, y cuántos están ahí por estar, sin que seáis capaces de recordar cómo han llegado al ocupar el sitio que ocupan? ¿Seguís creyendo que vuestra atención se centra en cualquier cosa, sin obedecer a criterio alguno? ¿Que la realidad no depende de cómo la interpretéis?

¿Estáis mirando con atención?

Hace tiempo que no veo a la mujer que corre, porque la mujer que corre es alguien a quien una vez consideré mi mejor amiga, pero que derivó hacia un destino tan diferente al mío que ahora casi parece que nuestro tiempo compartido fue sólo una ilusión.
Estas últimas semanas, me he despertado cada mañana sintiéndome como si acabase de jugar a una extraña ruleta rusa, creyendo por una fracción de segundo que el día anterior había sido el último y que al fin, por los pelos, me había librado de mí mismo, de ser quien soy. Pero entonces vuelve la conciencia, el sistema se reinicia y ahí estoy, la misma cara delante del espejo y casi todo sigue como hasta la fecha, rezando por que nada empeore aún más.
Me quedo con la idea de que una vez fue mi amiga, de que ahora las dos hemos avanzado, de que ya no lo es. Es importante perder amigos. Madurar es un raro proceso de solidificación que lleva a la esencia de la unidad no-dependiente.

¿Exactamente, qué es lo que miráis cuando miráis?

Los prestidigitadores preguntan “¿Estáis mirando con atención?” justo antes de dejarle a uno con la boca abierta, antes de que la magia haga efecto y el prodigio culmine. No, no estábamos mirando con atención. Por eso funciona.
No, no miramos con atención y por eso el vertedero del subconsciente está lleno de anuncios de libros que en realidad no queremos leer, de comida que no queremos comer, de chismes último modelo que no comprendemos ni necesitamos, de logotipos, productos, imágenes corporativas que, en alguna extraña y retorcida manera, nos definen pero no del todo… De COSAS que se quedan fuera del campo retentivo de la memoria a corto plazo, como si ni siquiera las viésemos.

¿Estáis mirando con atención? ¿Quién es la mujer que corre, para vosotros?

Todos tenéis a alguien escapando en alguna parte. Un símbolo. Un amigo perdido. Un ídolo con el que mediros el lomo.

Negarlo, a estas alturas, sería una peligrosa estupidez.

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